Este concepto implica que los profesionales de la salud deben informar de manera clara y comprensible a los pacientes sobre los procedimientos médicos que se les van a realizar, así como los posibles riesgos, beneficios y alternativas disponibles.
El consentimiento informado garantiza que el paciente tenga la capacidad de tomar decisiones autónomas sobre su propia salud, respetando su autonomía y dignidad. Además, ayuda a establecer una relación de confianza entre el paciente y el equipo médico, lo que puede mejorar la adherencia al tratamiento y los resultados de la atención médica.